viernes, 4 de noviembre de 2011

Confesión, estamos realmente arrepentidos?



La confesión convertida en
un instrumento de perdición
 
 
 Para que se entiende mejor, Jesús aquí le está hablando a un sacerdote, él se llama Octavio Michelini.
   Yo te he dicho, hablando de la Confesión, que el modo en que se administra este Sacramento no responde del todo a un plan de mi Misericordia y de mi Amor sino más bien a un perverso designio del Maligno.
El no ha dejado nada sin intentar por transformar este Sacramento, medio de resurrección y de vida, en un mortífero instrumento de perdición, oscureciendo él, príncipe de las tinieblas, este precioso fruto de mi Redención.

 Te he dicho en un reciente mensaje, que he constituido a mis sacerdotes en jueces de las conciencias. ¿Cómo?... ¿No soy Yo el Eterno Sacerdote?...
Cuando vosotros, llamados por Mí, os habéis consagrado a Mí, Yo os he participado a vosotros mi Sacerdocio, o sea, os he llamado a formar parte de mi Sacerdocio, como en su tanto participo a las almas (con los otros Sacramentos) mi Vida sobrenatural.
Pero Yo soy el Ser infinitamente simple: no hay en Mí atributos o perfecciones distintas. Yo soy el Ser infinitamente perfecto, y en Mí están todas las perfecciones.

 Yo soy el Eterno Sacerdote, Yo soy el Eterno Juez. Soy el Eterno Amor y la Eterna Justicia, soy la Eterna Misericordia.
A Mí, Juez está reservado el juicio particular de todo hombre, juicio sin apelación, irrevocable que tendrá su conclusión final con el juicio universal, y esto sea para la humanidad o sea para la naturaleza angélica.
 
(¿Se entiende? Juicio particular, inmediatamente después de la muerte,
¡¡¡¡sin apelación!!!; ¡¡¡irrevocable!!!)
 
 
 Yo, el Juez infinitamente justo, juzgo a cada hombre con justicia. Ser juez quiere decir absolver o condenar con justicia las culpas de quien ha pecado.
Todo sacerdote debe ser juez recto, justo e imparcial. Este poder no es de ellos sino de Mí, Eterno Juez. Muchísimos ejercitan este poder como si fuese de ellos; administran este poder sobrenatural con una facilidad e inconsciencia que hace estremecer a quien tiene un poquito de sensibilidad espiritual.
Se ayuda a los penitentes a encontrar todas las 
justificaciones posibles a sus pecados, concluyendo que la misericordia de Dios es grande.
Confesiones sacrílegas

  La Misericordia de Dios no es solo grande sino que es infinita, pero esto 
no autoriza a ninguno a abusar de ella
 en un modo tan vergonzoso.
Es importante, hijo, y por eso te repito esta cosa: "¡No os volváis de administradores de la justicia divina, en cómplices del demonio, de instrumentos de salvación, en instrumentos de perdición!".
De Dios no se puede uno reír impunemente. Las palabras con las que Yo he instituido este medio de salvación, son de una claridad inequívoca:
 Perdonar o retener los pecados.

No puede haber Confesión válida sin arrepentimiento sincero, no puede haber arrepentimiento sincero sin un serio y eficaz propósito de no querer pecar más.

Muchas Confesiones son nulas. Muchas son dos veces sacrílegas. Quien se confiesa sin tener las disposiciones requeridas y quien absuelve sin cerciorarse que las requeridas disposiciones existan, profana el sacramento y comete un sacrilegio. 
Envilece este prodigioso medio de salvación, transmutándolo en medio de perdición, aquel sacerdote que se hace cómplice del malvado designio de Satanás. No busca a Dios ni el bien de las almas, sino se busca a sí mismo y es en verdad terrible anteponer a sí mismo a Dios.

Entonces Señor...
Sí, hijo mío, no estúpido rigor, sino rectitud y justicia.

¿Porqué habría dicho a los Apóstoles y a sus sucesores: "Andad, y a todos aquellos a quienes perdonareis los pecados les serán perdonados y a quienes se los retuviereis les serán retenidos?” Es evidente que con estas palabras 
se les pide un serio y equilibrado juicio que no admite compromisos con ninguno, ni con la propia conciencia, ni con el penitente y mucho menos Conmigo.


Ya nada es pecado

 Muchas cosas, hijo mío, voluntariamente las repito para imprimir mejor en el alma de mis sacerdotes este punto focal de la pastoral actual. Sí, se absuelve todo y a todos sin ninguna discriminación.
Para muchos sacerdotes es además tan fácil absolver, porque ya nada es pecado...
La pureza ya no es una virtud; la paternidad responsable, que justamente entendida es cosa buena, se ha vuelto motivo de todas las licencias en las relaciones matrimoniales.
Bajo el pretexto de favorecer la cultura se autorizan las lecturas más perjudiciales en las que los gérmenes de la lujuria y de los errores filosóficos y teológicos se arrojan sin parsimonia.
Hoy todo está basado en el fraude, en el 
hurto; la justicia exige que el confesor se asegure del serio, eficaz propósito de restituir lo quitado. Muchísimas veces, ni siquiera se advierte al penitente de este estricto deber.
En nombre del progreso, para convencer al penitente que el confesor es hombre moderno a la altura de los tiempos se cierran ambos los dos ojos.
Estas cosas se pasan por alto por quien tiene la responsabilidad de combatir el mal desde sus raíces, siempre, en todas partes y sin descanso para no ser superados (como en verdad lo seréis) en esta oscura y tremenda hora que estáis a punto de vivir.